martes, 15 de enero de 2013

PROYECTO RESURRECCIÓN. Cuento.





 PROYECTO RESURRECCIÓN
Cuento de Ciencia Ficción


Segundo frente al espejo:
Miro que me miro y no encuentro en el reflejo ese que debería ser yo. ¿Quién me mira desde el otro extremo? El reconocimiento se mueve en movimiento retardado: cuando yo ya me moví, el otro se queda pensando. ¿Cuánto tiempo pasará antes de estar convencido? 

            Guapo, alguien me gritó, y vi un grupo de jovencitas que me miraban y se reían un poco burlonamente. Y es que llevaba un buen tiempo mirándome en el espejo retrovisor girando la cabeza hacia un lado y hacia el otro.  Me sentí como un junior estrenando su auto último modelo.  Les sonreí, pero en realidad me estaba sonriendo a mí mismo, a mi nueva apariencia, a la cálida sensación de pasar mis dedos entre la mata de pelo que ya nunca más perdería, dejando atrás la temprana agonía al ver en el suelo o en el cepillo a mis más caros amigos; la infinita complacencia de ver este rostro de veinte años en un hombre de setenta y cinco. Me dirigía al departamento que había alquilado en una de las mejores colonias de la ciudad. En mi trabajo ya me esperaban, aunque hacía unos años que me había jubilado. Ahora las cosas habían cambiado y tenía de vuelta mi antiguo puesto: ¿quién quiere perderse a un DC con la experiencia y el conocimiento de un adulto y la vitalidad de un joven?

En un principio pensé que a Martha le gustaría acompañarme en esta nueva aventura y así seguiríamos juntos sin perder lo que habíamos construido todos estos años. Pero las cosas no se dieron así y supe muy pronto que ella no estaba dispuesta a renunciar a su vida, a nuestros hijos: Catalina y Miguel, y a los tres nietos adorados, ni a la casa que con tanto trabajo habíamos construido. No tenemos que perder nada de eso, le dije, y fue entonces cuando ella me soltó: iluso, vas a perder todo. Ve si quieres, sólo que para mí ya estarás muerto. ¡Será mejor que no regreses!



El Hermanito:

Todos los caminos llegan a algún lado y la nada también es un lado.



“Proyecto Resurrección”:

¿Te sientes cansado, triste, deprimido, piensas que tu vida no tiene sentido, estás incapacitado, enfermo, llevas años sufriendo, no te gusta tu vida y quieres volver a empezar?  ¡Hay una solución a todos tus problemas!: el “Proyecto Resurrección”.




El Hermanito:

El que escoge el camino de la resurrección tiene que renunciar a todo.



Segundo sigue frente al espejo:

Pero regresé. Cuando me vio, se quedó paralizada. Vi en su mirada esa “otra mirada” que recordaba muy bien cuando nos conocimos, después de todo, ¡había sido amor a primera vista! Nuestros amigos nos envidiaban y decían que éramos la pareja perfecta. Vaciló unos momentos, pero me dejó pasar. Creo que fue curiosidad. La intensidad con que me miraba pretendía asir algo de ese Segundo que ella conocía. Pero su mirada me devolvió un no. Soy yo, soy yo, le dije. Te pareces a alguien que conocí hace muchos años, me soltó, pero no eres el mismo, hay algo en ti que me asusta, es como ver la máscara hueca y vacía de lo que alguna vez fuiste. Además, mi Segundo está muerto. En eso llegó Rubén, el más chico de los nietos y le preguntó a la tita que quién era. Ella se me quedó viendo y no dijo nada. Quién es, volvió a preguntar. Me agaché y le dije: soy tu tito. Él me miró y dijo: tú no eres mi tito, ¡vete! Y se fue a refugiar entre las piernas de su abuela.



El Hermanito:

Todo es vanidad.  La vanidad se paga cara.  El hombre ya no está a gusto con nada.



“Proyecto Resurrección”:

El caso de Julio… muy triste en verdad, a los sesenta su primer ataque. Quedó paralizado en una silla de ruedas sin rehabilitación posible. Un segundo ataque lo dejó sin habla y fue cuando llegó a La Casa. Después de unos meses sus familiares y amigos lo esperan con ansia. Julio ahora es un hombre nuevo, listo para reintegrarse a la sociedad sin enfermedades ni achaques.  El “Proyecto Resurrección” fue todo un éxito.



Camillero:

Me he dado cuenta de que aquí entran más cuerpos de los que salen. A mí nadie me quita eso de la cabeza. Los doctores se creen que uno es idiota, pero dos más dos, ¡eso sí me lo sé!  Yo llevo y traigo a los pacientes de un lugar a otro según se necesite, y nunca debo preguntarles ni comentarles nada. Así me dijeron que hiciera, pero a veces los calmo diciéndoles que no pasa nada, que todo va a salir bien. Decir mentiras se ha vuelto un hábito y ya no me cuesta trabajo; es como si tuviera una grabadora en el cerebro que conecto y desconecto a voluntad. Pero esa sala a donde los llevo no es nada agradable. La llaman sala “Renacimiento”, pero es todo lo contrario, porque de ahí yo sólo recojo muertos. Claro que no hay nada en el lugar que les haga sospechar algo: la iluminación y la música crean una atmósfera tranquila y feliz. Una cama alta con sábanas de fino algodón les espera. Un gran ventanal deja ver un hermoso jardín lleno de árboles y flores de todas clases. El ruido tranquilizante de una caída de agua completa el paisaje. Ahí podrán soñar el último sueño de su vida que será extraordinario, pues será inducido con un gas llamado “paraíso”, que por sus efectos especiales, sólo puede usarse en los últimos momentos de un moribundo. Yo le llamo “el definitivo”, porque de ese sueño no se regresa nunca. Cierro la puerta y espero afuera. Cuando suena un timbre y una luz verde se enciende, entro a recoger al paciente y lo llevo a la sala de operaciones.  De ahí en adelante yo no me entero, aunque sé más de lo que ellos creen porque me lo contó un médico que trabajó un tiempo en este lugar, antes de que se lo llevaran a un manicomio y se volviera loco. Ahí les extraen, con una técnica muy complicada la esencia de sus mentes, algo así como el perfume de su conocimiento, su conciencia y su experiencia que luego insertarán en el nuevo cuerpo. ¿Pueden ustedes creerlo? Claro que después del procedimiento el cerebro queda tan chupado y vacío que el individuo muere. Así que lo que yo saco de ahí es un puro cadáver, pues lo he tocado y le he hablado y nunca responde. Por eso le llamo la cámara de la muerte, porque de que entran vivos y salen muertos, ¡no me cabe ni la menor duda! De ahí me los llevo al crematorio, pues a los parientes les entregan el cuerpo ya todo empaquetadito en una urna.  Pero aquí no se acaba la historia, no, ya me enteré que por la puerta principal de la Casa sale uno igualito al cadáver, pero con cuarenta años menos. Y ahí está el caso que les estoy platicando: después de la “resurrección” los parientes vienen a recoger al vivo por una puerta, y al mismo muerto por la otra.  Los hay también que nunca recogen ni al vivo, ni al muerto; entonces el vivo sale por su propio pie y está tan contento, ¡que se olvida de recogerse a sí mismo! Los hay también en que el vivo es el que se recoge a sí mismo muerto, ¡súper loco! Pero los casos que más me intrigan son aquellos donde pueden venir o no los parientes a recoger al muerto, pero nunca de los nuncas, aparece el vivo por ningún lado. Por eso mismo les digo que a veces, dos más dos no son cuatro, sino tres, o uno, o ninguno.



Segundo frente al  espejo:

Me duele que mi nieto no me haya reconocido. Pero, ¿cómo podría hacerlo si apenas me reconozco yo mismo?  Dice que no soy su tito, que le regrese a su tito. ¿Acaso no soy tu tito?  Miro que me miro.





El Hermanito:

A veces las apariencias engañan pero el interior también. 



Segundo sigue mirándose:

Lo que acabas de decir son puras tonterías: si algo está viejo, está soso por fuera y por dentro. Por eso escogí quedarme con lo mejor de la vida: la madurez de la mente y la juventud de la carne. Me explico: mentalmente tengo la edad de un hombre de 70 años, con toda la experiencia y conocimientos acumulados en esos años vaciado en un cerebro con su potencial al máximo, en un cuerpo sin defectos ni taras que es una copia fiel de mí mismo a los 20 años.

            No sé por qué fui a la casa, tal vez quise ver a Martha, a mis hijos y a mis nietos por última vez con este nuevo cuerpo y que me confirmaran en mi persona, en mi yo. La duda surgía cada vez que me miraba en el espejo y en las miradas de los demás: en la secretaria, en la recepcionista, en el velador, en todas aquellas personas que, con su mirada penetrante y aguda trataban en vano de encontrar al Segundo que ellos conocían y que se les escapaba sin remedio.
         Todo es cuestión de tiempo, me decía; ya se acostumbrarán a mi nuevo aspecto. Sí, pero, ¿y mi familia? ¿Iba a renunciar a ellos así nada más? No me hacía a la idea, por eso fui. ¿Acaso me ilusioné con una bienvenida, con un borrón y cuenta nueva? Claro que eso era imposible: yo era esposo, padre y abuelo de quienes ahora también podría ser novio, hermano y padre por mi apariencia. Esta acumulación de posibilidades en lugar de hacerme más denso me hacía liviano, casi transparente: de tanto ser, en realidad no era nada.

            Miguel me dio una palmada en la espalda y me dijo: vámonos al antro pero aguas con decir que eres mi papá.  Catalina no quiso ni verme, se encerró en su cuarto con mis nietos diciendo que era lo más enfermo que había visto en su vida. Mi yerno se solidarizó con mi hija y apenas y si me tendió la mano. Recordé las pláticas inductivas del programa donde se nos advertía de las posibles consecuencias de “la resurrección”: difícilmente nos podríamos reintegrar al círculo de amigos y de familia cercanos. Se nos conminaba a seguir adelante. Teníamos todo para triunfar en la vida. ¡Cuerpo nuevo, vida nueva! 

            Y así había comenzado a sentirlo cuando a la intrared me llegaban innumerables mensajes de posibles amistades; algunas no rebasaban la edad de mis hijos. Esto llegó a provocarme sentimientos encontrados de satisfacción e incomodidad difíciles de conciliar. Me preguntaba si debería comenzar una nueva relación o dejarme llevar por relaciones superficiales y temporales…

            Es mejor que te vayas, me volvió a decir Martha, el duelo fue largo y doloroso: resígnate, tus cenizas ya están depositadas en la gaveta familiar.



El Hermanito:

Los cuerpos de los muertos descansan en paz.  Los descerebrados caminan entre los vivos como si nunca hubieran muerto.  ¿Cuándo se cansarán de vivir?



Proyecto Resurrección:

La felicidad está a tu alcance. ¡Dile adiós a la enfermedad, a la decrepitud, al dolor! (Se muestra el holo-video de una anciana en silla de ruedas entrando a la Casa lamentando su situación: me llamo María, soy una inválida desde hace diez años, soy un estorbo para mi familia, despierto con dolores todas las mañanas, ya no hay medicamentos que me sirvan… Lleva en la mano una fotografía de cuando tenía 30 años. La muestra a la cámara. En sus ojos hay lágrimas y una expresión de esperanza. Un black out. Por la misma puerta, vemos salir a la mujer de la fotografía caminando feliz. Apenas puede hablar de la emoción: ¡gracias, gracias, no sé cómo agradecerles esta oportunidad, entrar al Proyecto Resurrección ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, soy una mujer nueva, no me arrepiento de haber tomado esta decisión!).



El Hermanito:

Bienaventurados los ricos porque de ellos será la resurrección.



Segundo echado en la cama mirando el techo:

Después de todo, no fue nada fácil decidirme a entrar al programa. Recuerdo con terror los días anteriores al ingreso: tenía un nudo en el estómago y las náuseas me hacían vomitar un líquido ácido y verdoso: sentía como si me llevaran al cadalso. Me había ido de la casa hacía varios meses pues Martha no quería saber cuando fuera la hora. No me despedí.

            El gran día había llegado y en lugar de estar eufórico sentía un gran desasosiego. Pensé cancelar la cita varias veces, todavía podía echarme para atrás. Pero eso lo tienen bien calculado en el Proyecto. Te advierten que es normal sentir aprensión, angustia,  pero que no hay nada que temer, los fallos son casi nimios y te dan unos nanoelectrodos que debes colocar entre los ojos sobre la frente cuando te sientas así. En cuestión de segundos comienzas a escuchar un mensaje en el interior de tu cabeza: “Proyecto Resurrección”: Una nueva vida al alcance de tu mano. Una voz suave de mujer dice: 1) toma un baño caliente. 2) ponte la ropa de dormir más cómoda que tengas. 3) recuéstate en la cama. 4)  cuando estés listo afirma mentalmente y pronto sentirás que tu cuerpo se inunda de una gran placidéz. Una cascada de sustancias se liberan al mando de los electrodos, que te calman y te mantienen en un estado de felicidad continua.  La verdad es que tuve que echar mano de los dichosos nanos varias veces antes del gran día. ¡Qué lento pasa el tiempo cuando uno tiene que decidirse por algo, y qué rápido cuando uno ya se decidió! Los días se me escurrían de la mano sin que yo pudiera hacer nada.

            Esto del Proyecto Resurrección no es cualquier cosa, no. De alguna manera estás decidiendo el día de tu muerte: Yo decido morir tal o cual día, y con mis propios pies iré caminando al cadalso sin fuerza que me obligue, sin juicio que me condene, sin saber si voy a derrotar a la muerte o no. Acercarme al proyecto había trastocado mi vida por completo. Me habían hecho firmar un documento aceptando el procedimiento con todas sus posibles consecuencias, buenas y malas (incluido el que pudiera salir de ahí sin vida). Hasta cierto punto era como jugar a la ruleta rusa. Los que se acercaban a la Casa tenían que correr ese “pequeño” riesgo; pero, ¿qué era ello ante la perspectiva de volver a ser joven?  Me refugiaba en el pensamiento de aquellos ancianos de tribus primigenias que decidían alejarse del grupo social para morirse de hambre o de frío y ser una boca menos que alimentar. Las ceremonias, los rituales, todo aquello que los preparaba a ellos y a su familia para afrontar este difícil paso, pertenecía al pasado. Rescatarlo habría sido inútil. Estaba completamente sólo en esta decisión. Ningún rollo psicológico, ni religioso, ni mágico podían ayudarme. No dormía por las noches con el peso de la muerte encima.  Buscaba entonces desesperado la mano de Martha, pero en su lugar, sólo unas sábanas vacías y frías me respondían. ¡Qué sólo me sentía entonces, qué sólo me siento hoy!



El Hermanito:

Cuando se compra el tiempo se pierde algo que sólo el tiempo podrá volver a formar, pero ya nunca recuperar.



Técnico de segundo nivel:

Un llamado de urgencia en el cuarto de siembra me levantó del escritorio. La “Siembra” es un lugar donde las réplicas de los futuros DC se desarrollan y mantienen hasta el día en que “la personalidad” del paciente se inserta al nuevo cuerpo. Las siete u ocho réplicas de cada paciente flotan en un líquido transparente, todos exactamente en la misma etapa de desarrollo, pues el cliente ha decidido qué edad quiere tener cuando vuelva a nacer. A pesar de que llevo ya un tiempo trabajando aquí todavía no me acostumbro a este castillo de cristal de columnas humanas. Hileras interminables del tamaño de un adulto se acomodan formando una cuadrícula. En cada una de ellas se puede leer un código, un nombre, y la fecha de nacimiento del clon. El desarrollo de los cuerpos se acelera artificialmente, de tal forma, que una única célula alcanza la edad adulta en aproximadamente nueve meses. Los defectos y taras genéticas se corrigen conservando, si así lo desea el paciente, su fisonomía original. Cuando no se quiere tener la misma apariencia física hay disponibles clones de todos los colores y sabores del mundo. Lo innovador y absolutamente increíble de este procedimiento es el hecho de que la personalidad del sujeto queda intacta: lo que cambia es el cuerpo pero seguirá siendo él. De los casos que aquí manejamos, el de los niños enfermos son los que más me interesan. Ellos le dan sentido a mi trabajo, y puedo retribuir en algo el haber sido escogido en el programa experimental que realizó el laboratorio antes de abrir sus puertas. Mi hijo nació con una enfermedad que fue deteriorando sus nervios hasta dejarlo como un saco de huesos y carne a los ocho años. Su médico nos propuso entrar al programa y decidimos aplicar aún sabiendo el riesgo que se corría. Cuando fue aceptado, firmamos lo que en ese momento nos pareció su sentencia de muerte. En fin, teníamos poco para dónde hacernos: la situación de mi hijo se había vuelto insostenible pues se daba cuenta de todo, y nosotros estábamos desesperados de no poderlo ayudar. Gracias a Dios todo salió bien y a los cuatro meses tuvimos a nuestro hijo de regreso sano y sin problema alguno. Quisimos que tuviera la misma edad en que ingresó a la Casa. Al devolvernos a nuestro hijo volvimos a nacer con él. 
             El contenedor código 3640A tiene un problema. Generalmente se trata de algo sencillo como que el mismo clon se acerca demasiado al centro de control en el techo y activa la alarma. Pero no, me doy cuenta que el audio que reproduce los latidos del corazón materno está fallando y hay que restituirlo, sin él los embriones no se desarrollan y a los pocos días mueren. Paso entre varios cuerpos que ya han alcanzado la edad madura. ¿Me pregunto si los cuerpos ahí metidos tienen consciencia? ¿Tendrán pensamientos? ¿Soñarán? Se mueven al ritmo del programa virtual que los introduce al mundo del lenguaje en todas sus formas. Brincan, caminan, bailan, duermen…, abren los ojos y me miran, sonríen. ¿Me mirarán realmente o sólo ven el reflejo de su propia imagen en el cristal?






Segundo:

No sé por qué me complico la existencia. Si ya tomé esta decisión… pues voy a sacar lo mejor de ella. Me la pasaré bien y punto. Comenzaré de cero. Haré nuevos amigos y por qué no, formaré una nueva familia. A mi familia ya la había perdido y a mis amigos los fui perdidendo poco a poco pues mi sola presencia les recordaba su propia decrepitud. Al verme, no alcanzaban a ver al amigo, al Segundo que sé estimaban. Sus miradas disimuladas pero insistentes se llenaban de silencios opacos y blanquecinos. Todo ello hizo que poco a poco me alejara de sus reuniones. 
         Sí, comenzar de nuevo, y sin embargo, ¡qué fuerte me resulta esto! Como si el tiempo que gané me pesara sobre las espaldas e inclinara mi cuerpo hacia adelante. Y es que  por momentos me surge una apatía de no sé dónde, inexplicable. Una especie de flojera de volver a empezar…, de volver a repetir lo mismo que en mi otra vida… ¡Pero qué estoy diciendo! No tengo por qué volver a hacer lo mismo, ahora puedo dedicarme a lo que nunca pude hacer o terminar proyectos inconclusos como viajar y conocer el mundo. Pero los amigos… los afectos… eso lleva su tiempo. Ahora que lo pienso, ¡tendré que vivir nuevamente otros setenta años para recuperarlos!

            Busco dentro de mí y encuentro un vacío que no me gusta. ¿De dónde viene este vacío si todos los recuerdos de mi vida me rodean?  Debería estar pleno, feliz, y sin embargo, todos mis pensamientos y emociones se sienten desconectados de mi cuerpo. Mi cuerpo no “sabe”, no “siente” lo que mi mente sabe y siente. Mi cuerpo me pide y me exige cosas que no quiero, o responde de manera inesperada. Busco una explicación que me aclare esta confusión y me surge una idea descabellada y aterradora: las células tienen inteligencia y pensamiento propios; acumulan información y aprenden como individuos independientes de la voluntad del sujeto al que pertenecen, y por lo tanto, se comportan según su edad celular. Algo así como una “conciencia celular” que van adquiriendo con el tiempo y la experiencia y que trasmiten a todas sus genereaciones. Y ahora… ¡este nuevo cuerpo con células en blanco! Desconcierto…, no encuentro otra palabra… Ahora entiendo por qué me cuesta y les cuesta  a los demás reconocerme, si yo mismo no reconozco mi cuerpo.



Células del cuerpo de Segundo:

Sólo somos vidas incompletas en almas incompletas que buscan la inmortalidad. Al principio queremos ser más mayores y luego más jóvenes, es nuestra bipolaridad, rapean las células blancas deslizándose por el canal de aguas rojas, dando patadas a quien se les pone enfrente y plegándose en movimientos ondulantes como tocinos fritos. Va, va, va, y todos corren en la misma dirección cayendo sobre un posible enemigo, englobándolo y destruyéndolo con sus chorros letales. No paran, siguen, siguen, nunca se detienen. Y ahora gritan más fuerte: disfruta a tu manera de esta vida maldita y entierra sonriendo tus miedos…* Vagan sin rumbo, se conocen todo el cuerpo, abandonaron la casa de sus padres para nunca retornar. La calle es su casa, las cloacas su techo. Traen la bronca por dentro, ¡arrebatados!, ¡inconformes! Se mueven en pandillas. Y quién gobierna este cuerpo, se llegan a preguntar. Sabe dios quién, a nosotros qué nos importa si todo lo hacemos bien. Pronto moriremos y no habremos de decir: que no vivimos al máximo como Micael.



Segundo:

¡A la goma con todo! Debo continuar, seguiré hasta lograr sentirme una unidad, que mi cuerpo sepa quién soy y así los demás podrán reconocerme. Debo buscar la forma de acelerar el aprendizaje de mis células, yoga, tai-chi, el hermano John, ¡qué más da!  Al fin que tiempo es lo que me sobra.



Cuerpo de Segundo:

Como un bálsamo me llegan sonidos de fuera que me reconfortan. Ondas graves y continuas golpean mi ser: olas en una playa sin arena ni mar. Sonidos profundos que despiertan recuerdos grabados en lo más primitivo de mi ser: tumm, tumm, tumm. Algo empieza a moverse, a circular entre los intersticios de los bloques que constituyen mis órganos y tejidos. Que nadie me hable, que nadie me mueva, quiero quedarme tendido bañado en este mar de quietud.   
        Y ahora… ¿qué es esta dulce reverberación que me llega? ¿Un zumbido o acaso una voz? Es el sonido-onda del ommm que nace en el aire y circula por cuevas profundas cuyos ecos repiten el solo entonado de la voz.  Ondas que giran y giran haciendo piruetas cargando mis vísceras con su vibración.  



Holograma noticioso de la mañana:

La mañana de hoy se encontró el cuerpo sin vida de un DC en un conocido hotel del sur de la ciudad. No dejó ninguna carta o documento que permita identificarlo. Tenía el rostro desfigurado. Se harán las investigaciones pertinentes.



Holograma noticioso de la tarde:

El día de hoy a las 18:00 horas en el Centro de Ciencias, se otorgará  al famoso DC 20202, la más alta condecoración por su notable participación en el descubrimiento del nuevo polímero de biomasa para la industria de Materiales Especiales, A.C.



*Evan VP: Labios de papel, “Víctimas de la fragilidad del tiempo”: 2012.

Puebla, Puebla 2012.

No hay comentarios: