"Malena en ...". C. XVII: Soy hiedra.
Cuadro
12.
Gato helecho.
|
Gato helecho |
Remedios Varo pintó algunos de sus
personajes y vestimentas hechos de otro
material que la carne o la tela: hombres-madera, gatos-plantas,
mujeres-tapices, faldas-cristales, trajes-hongos, mujeres-tronco, leones-pastizales,
mujeres-pared, sillas-nidos, vestidos-piso, cielos-tierra, capas-nieve,
mujeres-estambre, bufandas-madera, vestidos-plantas, vestido-capas geológicas, mantos-roca,
mantos-hierba, mantos-luz, traje-plumas de pájaro, mujeres-silla, y
trajes-caparazón. Del gato-helecho del
cuadro del mismo nombre es que quiero hablar, porque la idea de un animal visto como vegetal,
me remite a un ejercicio que hicimos en un viaje a guanajuato donde nos
preguntaron que si fuéramos plantas, qué seríamos. Yo contesté que sería una
enredadera: la hiedra. Si la pregunta se hubiera referido a un animal, yo
habría contestado que sería un águila, pero esa es otra historia. Ahora quiero
hablar acerca de esta pregunta: si tú fueras una planta, qué serías. Y regreso
a ese cuadro que tanto miedo me da: Visita
inesperada, donde vemos un gato de hojas secas con los ojos “en blanco”, y
los gatos-helechos en el cuadro del mismo nombre, o las mujeres tronco que
aparecen en varios de sus cuadros. Estos seres-plantas nos dicen algo sobre
ellos que han llegado a transformarse en algo de una materia distinta a la que
fueron hechos, o tal vez como mi caso, tienen características que los hacen
trasponer los reinos a los que pertenecen. Vamos de viaje todo el grupo en un
camión del colegio. La maestra a nuestro cuidado nos ha hecho la siguiente
pregunta: “Si ustedes fueran plantas, ¿qué serían?” Al principio nos quedamos todas
mudas, supongo porque la pregunta nos cayó de sorpresa. Siempre hay alguien que
se anima a hablar primero: yo sería una rosa, dijo, y todas nos reímos porque
decir eso era de lo más cursi que te puedas imaginar. Vanidosa, le contestó
alguien rápidamente, y una más agregó en son de burla: y olorosa. Todas nos
reímos. Pues yo, una margarita, dijo otra. Mmmm… dijimos a coro. Yo, un roble.
¡Claro! Como que se trataba de la más grande y fortachona del salón. Yo dije:
sería una hiedra. Una hiedra, me preguntaron. Sí, una de esas enredaderas
verdes que crecen sobre los muros y bardas de las casas. Una cosa es decir algo
por intuición y otra muy distinta, reflexionar por qué esa planta y no otra.
Cuando los últimos barullos del viaje se fueron quedando atrás, muchas de
nosotras nos pusimos a pensar en lo que habíamos escogido. Lo primero que hice
fue preguntarme porque no me había sentido flor, o un arbusto, o un árbol
inmenso, o una exótica palmera. La verdad es que, de momento, no sabía la
respuesta. Pero si había elegido ser una hiedra, debía ser por algo. Habiendo
descartado lo que no me sentía, lo que
procedía ahora era analizar lo que esta planta era. Cómo es la hiedra, me dije.
La hiedra es una hierba que crece en casi cualquier clima o terreno. Cuando es pequeña pasa desapercibida, pero no
así cuando crece. Sus raíces son tan
profundas que es casi imposible
arrancarla. Son plantas muy resistentes debido a que sus tallos se
ramifican en el subsuelo; si tú la cortas, la quemas, o la pisas, sigue creciendo lateralmente. El esqueje de un brote tierno puesto en agua
es suficiente para que eche raíces y tengas una planta nueva. La hiedra es una enredadera. Conforme crece
se va adhiriendo a lo que encuentra, primero sutilmente, luego, tenaz y
fuertemente. Para esto se ayuda de unas
raicillas del tallo que en un principio son delgadas y tiernas, y luego
se vuelven gruesas y leñosas. Son tan
recios sus tallos una vez maduros, y su adherencia a las paredes es tal, que un
niño puede trepar por ella sin el riesgo de que se venga a abajo. Y si por
algún oscuro motivo pretendes arrancarla, ésta se vendrá abajo con gruesos
trozos de pared. Los tonos de verde de
sus hojas van desde los más claros y brillantes, hasta los más oscuros y opacos.
Las hojitas tiernas siempre se acomodan en la parte externa, relegando a un
segundo plano las hojas fibrosas y viejas.
Por último, en lo más profundo del follaje encontramos toda una cama de
las hojas muertas. Estos esqueletos de hojas forman una capa crujiente y
calientita que susurra mientras te aventuras por sus ramas. La hiedra es como
una selva en miniatura pues acoge
pájaros e insectos, con un olor a polvo y a yerba tierna, y que, una vez
que se ha aferrado a algo, no lo suelta. La tenacidad es su principal característica.
Sí, lo soy.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario