jueves, 16 de agosto de 2012

"Malena en ...". C. XVII: Soy hiedra.


Cuadro 12.

Gato helecho.
Gato helecho
Remedios Varo pintó algunos de sus personajes y vestimentas  hechos de otro material que la carne o la tela: hombres-madera, gatos-plantas, mujeres-tapices, faldas-cristales, trajes-hongos, mujeres-tronco, leones-pastizales, mujeres-pared, sillas-nidos, vestidos-piso, cielos-tierra, capas-nieve, mujeres-estambre, bufandas-madera, vestidos-plantas, vestido-capas geológicas, mantos-roca, mantos-hierba, mantos-luz, traje-plumas de pájaro, mujeres-silla, y trajes-caparazón. Del  gato-helecho del cuadro del mismo nombre es que quiero hablar,  porque la idea de un animal visto como vegetal, me remite a un ejercicio que hicimos en un viaje a guanajuato donde nos preguntaron que si fuéramos plantas, qué seríamos. Yo contesté que sería una enredadera: la hiedra. Si la pregunta se hubiera referido a un animal, yo habría contestado que sería un águila, pero esa es otra historia. Ahora quiero hablar acerca de esta pregunta: si tú fueras una planta, qué serías. Y regreso a ese cuadro que tanto miedo me da: Visita inesperada, donde vemos un gato de hojas secas con los ojos “en blanco”, y los gatos-helechos en el cuadro del mismo nombre, o las mujeres tronco que aparecen en varios de sus cuadros. Estos seres-plantas nos dicen algo sobre ellos que han llegado a transformarse en algo de una materia distinta a la que fueron hechos, o tal vez como mi caso, tienen características que los hacen trasponer los reinos a los que pertenecen. Vamos de viaje todo el grupo en un camión del colegio. La maestra a nuestro cuidado nos ha hecho la siguiente pregunta: “Si ustedes fueran plantas, ¿qué serían?” Al principio nos quedamos todas mudas, supongo porque la pregunta nos cayó de sorpresa. Siempre hay alguien que se anima a hablar primero: yo sería una rosa, dijo, y todas nos reímos porque decir eso era de lo más cursi que te puedas imaginar. Vanidosa, le contestó alguien rápidamente, y una más agregó en son de burla: y olorosa. Todas nos reímos. Pues yo, una margarita, dijo otra. Mmmm… dijimos a coro. Yo, un roble. ¡Claro! Como que se trataba de la más grande y fortachona del salón. Yo dije: sería una hiedra. Una hiedra, me preguntaron. Sí, una de esas enredaderas verdes que crecen sobre los muros y bardas de las casas. Una cosa es decir algo por intuición y otra muy distinta, reflexionar por qué esa planta y no otra. Cuando los últimos barullos del viaje se fueron quedando atrás, muchas de nosotras nos pusimos a pensar en lo que habíamos escogido. Lo primero que hice fue preguntarme porque no me había sentido flor, o un arbusto, o un árbol inmenso, o una exótica palmera. La verdad es que, de momento, no sabía la respuesta. Pero si había elegido ser una hiedra, debía ser por algo. Habiendo descartado lo que no me sentía,  lo que procedía ahora era analizar lo que esta planta era. Cómo es la hiedra, me dije. La hiedra es una hierba que crece en casi cualquier clima o terreno.  Cuando es pequeña pasa desapercibida, pero no así cuando crece.  Sus raíces son tan profundas que es casi imposible  arrancarla.  Son plantas  muy resistentes debido a que sus tallos se ramifican en el subsuelo; si tú la cortas, la quemas, o la pisas,  sigue creciendo lateralmente.  El esqueje de un brote tierno puesto en agua es suficiente para que eche raíces y tengas una planta nueva.  La hiedra es una enredadera. Conforme crece se va adhiriendo a lo que encuentra, primero sutilmente, luego, tenaz y fuertemente. Para esto se ayuda de unas  raicillas del tallo que en un principio son delgadas y tiernas, y luego se vuelven gruesas y leñosas.  Son tan recios sus tallos una vez maduros, y su adherencia a las paredes es tal, que un niño puede trepar por ella sin el riesgo de que se venga a abajo. Y si por algún oscuro motivo pretendes arrancarla, ésta se vendrá abajo con gruesos trozos de pared.  Los tonos de verde de sus hojas van desde los más claros y brillantes, hasta los más oscuros y opacos. Las hojitas tiernas siempre se acomodan en la parte externa, relegando a un segundo plano las hojas fibrosas y viejas.  Por último, en lo más profundo del follaje encontramos toda una cama de las hojas muertas. Estos esqueletos de hojas forman una capa crujiente y calientita que susurra mientras te aventuras por sus ramas. La hiedra es como una selva en miniatura pues acoge  pájaros e insectos, con un olor a polvo y a yerba tierna, y que, una vez que se ha aferrado a algo, no lo suelta.  La tenacidad es su principal característica. Sí, lo soy.
Continuará.



No hay comentarios: