Bordando el manto terrestre
Panel central
del tríptico. Vemos a las mismas jóvenes, aquí cautivas en una torre bordando,
como en un scriptoriun medieval, el
manto terrestre bajo las órdenes de un “Gran maestro”, nos dice Janet. El
maestro lleva una capucha y la cara cubierta con un velo, sólo se le ven los
ojos. Me recuerdan las burkas de las mujeres árabes, pero aquí la usa un
personaje masculino andrógino. Lleva una capa que lo envuelve como si fuera un
capullo y una túnica de manga larga que le llega arriba de las rodillas. Lleva
puestas unas medias color fucsia viejo. Está leyendo un manual, al tiempo que
revuelve un caldo de donde salen los hilos con los que están bordando las
alumnas. Personaje-capullo semejante al que vemos en otro cuadro de la artista:
Ruptura, donde se ve a la
protagonista abandonando un edificio del que salen revoloteando hojas secas y
papeles viejos, y que según Janet, está relacionado con el tríptico del que estamos
hablando. Si es así, la sabiduría, que es capaz de crear al mundo, es al mismo
tiempo la clave para romper con tradiciones e instituciones del pasado que ya
no funcionan hoy en día. Pero regresemos al cuadro. Cada una de las alumnas
está sentada en su mesa, bordando un pedazo de tela que sale por una tronera en
cada uno de los lados de la torre. El trabajo conjunto de todas ellas irá
formando el globo terráqueo. Bordan diligentemente el paisaje con casas, torres,
calles, fuentes, arroyos, mares, barcos, animales y personas, según la letra
que entona el maestro, y al ritmo de la música que sale de una flauta tocada
por otro personaje al fondo de la torre. El músico está sentado en una banca y
viste también una burka café. Las alumnas trabajan al ritmo del flautista en lo
que podría ser una alusión al flautista de Hamelín que hipnotiza a las ratas de una ciudad medieval para
sacarlas fuera, y ahogarlas en el río. Ellas, al igual que las ratas, trabajan
hipnotizadas haciendo lo que se les pide. Las alumnas, en su uniforme azul del primer
panel, son todas copias de Remedios Varo, pero “la rebelde” no sigue al pie de
la letra las instrucciones: borda una pareja de amantes escondida entre los
pliegues que salen de su mesa. Janet nos dice que al rebelarse contra la severa
tradición académica que le pide recrear fielmente la naturaleza de acuerdo a
ciertas reglas, logra en la imagen subversiva la fuga que tanto desea. Así
vemos que, sin salirse de sus tareas y recluida en la torre, logra una forma de
libertad muy especial.
Continuará.
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