Lágrimas-agua-mares-cielos:
lo femenino en tu pintura. Piedras-murallas-torres: lo masculino. El agua siempre
te salvó de aquello que te quería oprimir o dominar. Como el gouache sobre papel llamado La torre, donde se narra una historia de
liberación en tres tiempos: una mujer es atraída irremediablemente, como en
estado de trance hacia una fortaleza con
su torre vigía que representa al hombre amado.
Llega ahí a través de un camino bien definido a pesar de encontrarse en
medio de un océano inmenso, por medio de un vehículo con tres ruedas que “la
lleva”, pues ella no interviene en su movilidad. Viste una especie de capa y
lleva sus brazos levantados hacia adelante como lo haría una sonámbula (me
remite a la mirada hipnótica de los personajes en el cuadro: Hacia la torre). Nos da la impresión como
si el amante la hubiera hechizado y la fortaleza fuera una trampa. Su cabello
flota hacia atrás siguiendo el rumbo del triciclo. Lo que podemos suponer es un
segundo momento, nos muestra la fortaleza inundada hasta el tope con la torre en
ruinas, los pastos han crecido entre las piedras y vemos a la misma mujer ahora
navegando una barca movida por un molino de viento y una rueda. Ella mira el horizonte por sobre la muralla y
se da cuenta de que puede escapar. Sus
lágrimas han ido llenando el foso hasta rebasar la muralla. Sus brazos ya no
están tan levantados (el estado hipnótico ha cedido), sigue vistiendo la capa
con que llegó, y su cabello cae sobre su espalda, debido tal vez a que es poca
la velocidad que puede alcanzar en ese espacio tan reducido. El agua de sus
lágrimas le permitirá huir de la trampa alcanzando lo alto de la muralla. Unas
escaleras colocadas afuera del muro le ayudarán a bajar. En un tercer momento
la vemos correr libremente, ya sin ropa, completamente desnuda, por el camino
opuesto al que llegó. El agua o lo femenino en el cuadro la ha liberado al
inundar la fortaleza. Mujer-agua, materia que busca fluir, que erosiona la piedra,
que se amolda, que colma las murallas más altas, que se derrama, que busca su
conveniencia, que retorna a la tierra siempre.
La Torre (Gouache)
Lo
femenino en tus cuadros representa la libertad y tal vez, por eso pintas
hombres-andróginos: hombres que se han despojado de esa falsa vestimenta
masculina de poder que recibieron por herencia colocándoles un gran peso sobre
sus hombros. Los hombres de Varo son gentiles, delicados, se permiten llorar.
Me recuerdan los personajes masculinos de los anime japoneses. Y es que esta
cultura armoniza las dos vertientes que nos mueven: el ying y el yang que todos
llevamos dentro.
Continuará.
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