domingo, 2 de septiembre de 2012

"Malena en ..." C. IV: Yo estudio en una cárcel.

Y es que yo, yo Malena, o como me pusieron cuando nací: María Elena del Niño Jesús. ¿Qué no pudieron ser más originales si todas en méxico nos llamamos “maría”? Ocurrencias de una sociedad donde no había más nombres que los cristianos, y cualquier otro era para los nacos agringados o los ateos. Así que llegas a la uni y resulta que tú no eres tú, eres otra persona porque en el certificado no viene el niño, o el jesús, que marías son todas, y ya nadie sabe quién soy.

Y es que yo, yo Malena, asistí a una cárcel con nombre de colegio al sur de la ciudad, y a las celadoras les teníamos que decir madams, aunque yo no les veía eso de damas por ningún lado. ¡Seres temibles, como de historieta japonesa! Vinieron de francia cargando sus rollos y frustraciones, pero, nosotras, ¿qué culpa? Habían llegado a méxico a petición de unos padrecitos que querían fundar una escuela para “niñas bien”. La mentalidad de estas escuelas era la de una cárcel donde encerrar a las hijas,  para que no se pierdan, que aprendan a ser unas damas virtuosas y hacendosas,  prepararlas para servir a Dios o a su representante aquí en la tierra: es decir cualquier clase de varón. La disciplina y la represión eran su lema. Sus ropas y su andar me recordaban a los zopilotes; el cabello lo llevaban recogido en un chongo de una perfección casi divina. Siempre estaban gritando y malhumoradas, dando órdenes y regañando. Nunca vi en ellas una mirada tierna o gentil. De sus bocas jamás salió una palabra amable. La escuela-fortaleza estaba rodeada por una gran muralla de piedra volcánica como el castillo de Varo, donde todo estaba prohibido: pisar el pasto, correr, gritar, preguntar, hablar, contestar, ir al baño a “deshoras” (esa palabrita era su preferida), llevar el uniforme arriba de las rodillas, hacer caras, echar ojos, caminar en las piedras, subir a la casa de las novicias, pasar la línea invisible que separaba la primaria de la secundaria, acercarse al territorio de la celadora filip. ¡Cómo añoraba ir a otro colegio! Sobre todo, quería convivir con niños, es decir, ir a una escuela mixta. ¿Por qué tenía que convivir con puras mujeres que me caían tan mal? Yo adoraba a los hombres y quería estar con ellos. Imaginaba una escuela donde pudiera ser libre, entrar y salir cuando yo quisiera, hacer manualidades, pintar, jugar, y aprender sólo aquello que me interesara. Ya estando en la secundaria, también anhelaba esos espacios maravillosos que son las bibliotecas. Y es que en esta cárcel no había tal, ¡aunque ahora suene increíble! Seguro pensaban que leer es peligroso, saber es peligroso, pensar es peligroso.
Continuará.



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