Cuadro 5, 6 y 7.
La huída, La
torre y Ruptura.
La huída
He comprado mi primer libro. Uno de los
llamados “libros de bolsillo”, económico y fácil de esconder por su tamaño. Me gusta
porque puedo plegar las tapas mientras lo estoy leyendo aunque sé que acabará
hecho un abanico. Un libro por supuesto prohibido: El árabe. Sólo el tenerlo en mis manos, su olor, su consistencia,
el sonido de sus páginas al pasarlas y la historia que me espera, me producen
un gran placer. Siempre lo prohibido es lo más deseado y definitivamente este
libro es uno de ellos. El dato preciso de por qué ese título y no otro, nunca
lo supe bien a bien. De lo que sí estábamos seguras era de que era “ese” el que
teníamos que leer. ¡Y qué maravillosa experiencia! Mi primer contacto
imaginario con el “otro”, con el joven deseado y amado aunque éste permaneciera
fuera de los gruesos muros de la fortaleza-escuela. Personajes de historias que
nos decían lo que era el amor y la pasión entre un hombre y una mujer. Deseos
de ser Diana Mayo, deseos de ser secuestrada por Ahmed Ben Hassan, al igual que
tú, Varo, que huiste con el joven que bordaste en el manto de la tierra en esa
torre-fortaleza sin que nadie se diera cuenta.
Has huido Varo. Navegas
en un mar de fuego impetuoso. La barca
es un fruto abierto, carnoso y velludo como el que uno encuentra en los
trópicos. Éste ha sido vaciado para dejar espacio a sus ocupantes. El timón no
es otro que el manubrio de tu monociclo que remata en forma de ala de
murciélago. Has huido con tu amante lejos del castillo-fortleza, con ese joven que
dibujaste en el “manto de la tierra” oculto entre las ramas secas de un árbol
para que nadie lo descubriese. Grandes
olas te empujan hacia unos riscos que prometen un nuevo mundo; tu uniforme se
levanta por arriba de las rodillas mostrando las calcetas blancas que cubren
tus piernas, y la capa flota en el aire a tus espaldas. Todavía llevas puesto
el cuello blanco almidonado pues saliste a toda prisa, como estabas. Las puntas
de tu cabello siguen sueltas como en los dos primeros cuadros. Él lleva el
signo de su libertad alada en forma de una capa-saco como el sujeto que antecede
al grupo en Hacia la torre, pero
ahora funciona como una vela que se infla con el viento, y él la controla con
su mano izquierda. Delgados hilos unen la vela a la barca. La alumna rebelde
guía la barca con un timón. El amante es el motor que la impulsa, ella, la guía.
Van tomados de la mano sin abrazarse, de manera natural. No sonríen, la mirada
en ella denota expectación y a la vez seguridad en lo que está a punto de
acontecer. Del cabello del amante se desprenden partículas doradas que copian
el dorado reventar del mar bravo. Yo también quiero huir con mi amante e irme
de hippy, sin un lugar fijo a dónde ir, ni promesas escritas. Son los años 60’s
y el amor libre es su bandera.
Pero ahora sólo soy una
niña y me he enamorado de un niño hermoso que conocí en la escuela de mi
hermano. Las monjas nos han dicho que besar a los hombres en la boca es pecado,
pero yo no les creo, y lo que más deseo es besar a este niño del que estoy
enamorada. Pero, ¿cómo? Una niña de tu
edad no puede enamorarse. Pues sí, resulta que uno puede enamorarse a los
siete años, porque yo sentía “mariposas” en la panza cada vez que lo veía, y
soñaba con él, y pensaba en él todo el tiempo. Él era mi “príncipe azul”, el
que llenó mi imaginación de ideas románticas y amorosas, el que me llevó a donde
las nubes, cerca de los riscos y el cielo que pintaste en tu cuadro La huída.
Varo ha huido con el
amante que creó en su imaginación. Él no representa al amante del cuadro La torre del que ya hablé, pues se
muestra seguro de sí mismo pero no dominante. A ella la deja ser. Por eso no te
aprisiona en un abrazo controlador y sólo te da la mano. No te posee con los
ojos pues su mirada se dirige al frente. Pero es gracias al amor que has podido
huir. La fortaleza-escuela no pudo amoldarte aunque pasaste ahí varios años, llevas
tu uniforme, pero flota libre al aire. Antes de salir huyendo tuviste que haber
roto con la escuela y su clausura. Eso lo veo en un cuadro relacionado con el tríptico:
Ruptura. Te veo bajando una
escalinata abandonando un edificio entre dos altas murallas. Llevas la capa
color café que usan tus personajes masculinos, como si te hubieras cubierto con
su naturaleza y sus privilegios. ¿El color café será un símbolo del
conocimiento al que tenían acceso de manera gratuita? ¿Será que el conocimiento
da la libertad? No sé exactamente, pero el vestirte con ese color te ha
liberado del encierro, y la manera en que te envuelves con él te hace ver como
un capullo o un globo aerostático a punto de salir volando. Sólo un punto de tu zapato izquierdo toca el piso. La
capucha te cubre el pelo y la frente, pero sabemos que eres tú. Te arropas con
la capa para protegerte pues no sabes lo que te vas a encontrar allá afuera, y
miras con suspicacia tu entorno. Los muros que encierran la escalinata están cubiertos
de una enredadera vieja ya seca, y de caracoles panteoneros. Su presencia nos
confirma de lo que está hecho el muro: de esqueletos. Son todas esas creencias
caducas por no tener más vigencia, pero que permanecen en pie porque se piensan
eternas. Los caracoles siempre buscan las zonas sombreadas y húmedas, y se
alimentan de los residuos de las hojas muertas o en mal estado.
Ruptura |
Dejas atrás la escuela,
las compañeras, este mundo caduco y viejo, muerto. Tu sombra es tu
única compañera. De la puerta entreabierta del edificio salen volando hojas de
papel como las páginas sueltas de los libros que leíste. Hojas que te acompañan
en tu huída. Tus compañeras, todas idénticas a ti, se despiden desde las
ventanas superiores del edificio con pañuelos blancos. Ellas permanecerán
encerradas por el momento, o tal vez por
el resto de sus vidas, atrapadas en los
castillos-fortaleza de cualquier institución.
Pero tú has roto con
las tradiciones y la institución, ahora eres libre y huyes con el amado del
cuadro La huída. Yo también he roto
con todo ese montón de creencias caducas y retrógradas, soy libre en ese
sentido, pero no mi cuerpo, pues sigo aquí metida en este castillo fortaleza
viendo la hora de salir.
Continúa.
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